Le rompió la boca

Rubén se llevó la mano a la boca como si de eso dependiera mantener la mandíbula en su lugar. Bajo su palma, los labios permanecían sorprendidos. Observó la yema de sus dedos y recién ahí comprendió lo ocurrido. Miró para todos lados buscando al culpable, tomando envión.

-¡Vení para acá! -Rubén estaba enajenado.

-¡Pará loco, pará! -Chicho, atento, logró frenarlo colgándosele del cuello.

-¡Soltame, boludo! ¡Soltame te digo!

Chicho hacía todo lo contrario, aumentando su fuerza obviando el pedido de su rival mientras los compañeros de equipo llegaban para darle una mano. Rubén movía su cuello de manera desarticulada, dando latigazos con tal de zafarse.

-¡Llevátelo al Tucu! -reprochó Chicho a los suyos.

-Yo no me voy nada -retrucó el Tucu, con los brazos en jarra a unos metros del tumulto.

-¡Qué no se vaya! ¡Dejámelo! -pidió Rubén que ahora sufría también el poder de los brazos de un par de compañeros más.

-Lo tenes que echar he, vos lo viste -apartado, Manusa chamuyaba al árbitro que lo miraba de reojo, desganado.

-Hey, cállate la boca, ventajero -reprochó la Garza.

-¿"Ventajero" qué? Lo tiene que echar.

-¿Qué das órdenes? Das órdenes porque en tu casa te tienen cagando.

El árbitro, siempre mascando un chicle que por momentos parecía su propia saliva, extendió sus brazos como parando el tránsito, las manos apoyadas en el pecho de los jugadores. Al oír la charla, soltó una leve risa.

-¿De qué te reís? -Manusa le sacó violentamente la mano del pecho, como quitándose una araña que amenazaba con picarlo-.¿Sos canchero?

-Epa, epa, el tonito -se burló la Garza, mientras la amarilla era recibida por su rival.

-¿A mí me amonestas? Sos un caradura, ni te moviste de la mitad de la cancha en todo el partido. No podés seguir de cerca ni un arco a arco.

-Esto es para vos -roja en alto, el árbitro se desquitó del agravio.

-Cómo entraste, boludo -acompañó la Garza con un aplauso seco.

-Cómo entró tu señora -retrucó el expulsado.

-¿Qué decís? -La Garza se abalanzó sobre Manusa y en su camino vio la roja frente a sus ojos-. ¿A mí? Sos un ladrón, mirá como te queda la remera, parece un traje de neoprene.

-¿Te parece? -el árbitro acarició con ambas manos su barriga, como si llevara un bebé en su vientre-. ¿Muy ajustado me queda? A tu señora también.

Antes que la Garza pudiera reaccionar, el malón conformado por Rubén, Chicho a la rastra sobre sus hombros, varios cuerpos más y el Tucu retrocediendo tras la protección de un par de compañeros, lo absorbió haciéndolo parte de la masa humana. El malón había crecido como una bola de nieve en plena avalancha. Ya nadie sabía con quién se debía pelear y quién era encargado de poner paños fríos.

Luego de un par de fuertes pitidos, del cansancio lógico que conllevó la trifulca y principalmente que el partido amenazaba con extenderse demasiado por el tiempo a agregar, la cosa se calmó y siguió su desarrollo.

-¡Qué quilombo armaste, mamita! -soltó Chicho ya en el vestuario mientras lentamente se cambiaban-. ¡En la boca encima! Sos un enfermo, cada día me sorprendes más... te vas superando.

-Yo pensaba que el famoso tucumano era distinto, este es más moderno, más pasional.

-Yo te banco. Sí, obvio que lo banco-enfatizóla Garza ante las miradas de los demás-. Había que sacarlo de la cancha y lo hizo ¿O acaso no era el mejor de ellos? Roja y a otra cosa.

-Gracias Garza, vos entendes de esto ¿Alguno se baña?... Ah bueno, todos sucios ¿tienen miedo de verse en bolas?

-Con lo que hiciste, ahora a vos te tenemos miedo -ironizó Chico generando risas.

-Yo, yo me baño. Ya que me vas a llevar en auto, al menos tengo que sacarme la baranda-Garza ajustó la toalla a su cintura y se dirigió a la zona de duchas.

El Tucu seguía en el banco, sacando cautelosamente del botinero sus productos para la ducha. Antes que pudiera terminar de desvestirse, entró el arquero rival que se había cruzado desde el otro vestuario.

-Che Tucu rajá que Rubén está como loco. Lo tienen encerrado en el vestuario, está hecho una fiera -aconsejó el guardameta-, no estamos para quilombos.

-No jodas, yo me voy cuando quiera.

-Dale, anda. Ya hubo mucho bardo, nos van a informar a todos y no vamos a poder venir más-se sumó Chicho al pedido.

-Me voy pero solo para no joderlos a ustedes -prefirió hacer caso sin dar vueltas, era consciente del caos que había generado.

La Garza salió de la ducha caminando como un pingüino, había olvidado las ojotas y su experiencia indicaba que pisar con toda la planta era contagiarse de hongos automáticamente.

-¿Dónde está el Tucu? -preguntó sorprendido la Garza, al no encontrarlo en el vestuario.

-Se fue hace un rato, si se quedaba se venía el segundo round.

-Jodeme ¿Enserio me decís?

-Sí ¿cuándo se fue?-trató de recordar Chicho-. Vino el arquero de ellos a decirnos, ah, justo cuando te fuiste a bañar.

-No llego -dijo la Garza mientras se secaba lo más rápido que podía y se vestía a la vez haciendo imposible las dos tareas.

La Garza salió corriendo, la correa del bolso por momentos lo ahorcaba. Pisaba en puntas de pie, con miedo porque no había llegado a ponerse las zapatillas y tenía miedo de pisar algún vidrio al atravesar el buffet. Siguió de la misma forma cuando llegó al estacionamiento, el pavimento se le incrustaba en la palma de sus pies. Para su fortuna alcanzó al Tucu cuando este se estaba por subir al auto.

-¿Me vas a dejar a gamba?

-Se me pasó, te juro que se me pasó -el Tucu estaba con la mente en otra cosa.

-No pasa nada.

-Tiralo atrás ¿querés?

-No te hagas drama, es chiquito -Garza apretó el bolso contra el pecho para entrar y sentarse más cómodo en el asiento del acompañante.

-¿No te vas a poner zapatillas?

-No tuve tiempo, me dijeron que te habías ido y salí cagando. Me las pongo en el auto -cerró la puerta y se calzó.

-Menos mal que me agarraste -el Tucu retomó la charla mientras ponía primera-, me iba. Te juro que me iba. A ver... tirate para atrás que no veo si viene un auto. Más, más.

-Me voy a hundir, boludo ¿Querés que recline el asiento?

-Y... con esa nariz. Te estaba jodiendo si acá no pasa un auto nunca.

-Después del quilombo que armaste encima te reís.

-¿No era que me bancabas? -Tucu agradeció el paso que le cedió el taxista y emprendió el recorrido mientras acomodaba el espejo retrovisor.

-Che ¿cómo se te ocurrió?

-¿El chiste de recién? Y, con esa naríz que tenes se me ocurren un millón de chistes.

-No te hablo de eso.

-Bajá la ventanilla que ahora prendo el aire acondicionado.

-¿No será que la suba?

-No, bajala. Vos respira el aire acondicionado y yo lo que entra de afuera, si no me muero -se burló otra vez-. ¿Ves? Puedo seguir toda la tarde.

-¿Vas a seguir haciendo chistes? Todo para no hacerte cargo del quilombo. Cómo se te ocurrió lo de Rubén, digo. Justo en el medio de la boca, de lleno.

-¿Y dónde querías que se lo de?

-Es verdad, pero darle un beso en la boca...

-Si le hubiera dado un cabezazo seguiríamos ahí. Además me siento estigmatizado "¿Sos tucumano? Ah, entonces das cabezazos".

-Y besos.

-Mayor repertorio ¿Lo hice echar o no? A otra cosa. Eso de pegar piñas o codazos ya pasó de moda. El beso descoloca. Y me echó mal, pésimo el árbitro ¿Dónde dice el reglamento que un beso es roja? ¿Dónde dice que un beso es una agresión? Así nos va en la vida.

El diálogo se interrumpió por un llamado que entró al celular del Tucu.

-Estoy manejando, que no rompa las bolas -le echó la culpa al celular-. Fijate quién es.

-Número desconocido... -informó la Garza-. Te deben querer vender algo.

-¿Hasta los domingos laburan? Cortá, tocá el rojo. Después me llenan el buzón de voz y no sé borrar mensajes.

-¿Cuántas fechas decís que te dan?

-Pocas. No deberían suspenderme pero bueno, para quedar bien un par me van a dar. No le pegué a nadie y me quedé pillo cuando se desmadró todo.

El diálogo se volvió a interrumpir por un nuevo llamado al celular del Tucu.

-¡Pero será de Dios!

-Número desconocido. Igual se ve el número de quién te llama así que no debe ser una empresa.

-Debe ser equivocado. Cortá.

-Vos andas en algo raro. Ya no sé que imaginar, sorprendes siempre.

-Cortá que me deja mensaje y me queda sonando la notificación todo el día después ¿Es acá no? ¿Queres que arrime más adelante?

-No te hagas drama, bajo acá que de paso compro algo para comer en el supermercado.

Se saludaron y el Tucu esperó a que la Garza entrara al negocio, tenía esa costumbre protectora. Arrancó y siguió el camino hacia su casa. Al cabo de unas cuadras, nuevamente el mismo remitente hacía una llamada a su celular. Después de tanto insistir, no le quedó otro remedio al Tucu que atender al desconocido.

-Hola... ¿Quién?... Rubén...¿vernos? Lo que pasa en la cancha, queda en la cancha. No quiero quilombos ¿A la noche? No, a la noche me quedo en mi casa, si te molestó lo del beso disculpa ¿Qué no te molestó? ¿Vernos? ¿En tu casa? ¿Tomar un café? No, no tengo que pensar nada. Estoy manejando, chau, chau.

El Tucu levantó la mano, pidiendo disculpas por no haber arrancado a tiempo. Puso primera mientras trataba de entender el llamado de Rubén y de fondo sonaban bocinazos y algún que otro insulto llegaba desde los autos que iban por Gaona.

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